sábado, 29 de enero de 2011

CERO RIVALIDAD

Nosotros (el Señor Buddha y Yo) manifestábamos aproximadamente el mismo desarrollo espiritual cuando Sanat Kumara nos citó a Su presencia, y dijo que el Buddha que en ese entonces estaba sosteniendo en Su aura el espíritu de la evolución en la Tierra, había solicitado ser liberado y devuelto a su propia cadena. Debido a esto, se hacía necesario que se desarrollara entre los espíritus guardianes del planeta Tierra, otro Buddha para ocupar Su lugar. Tanto Gautama como Yo nos ofrecimos a esforzarnos por convertirnos en la Naturaleza de Dios; y el "gran sacrificio" del cual se habla en la literatura oculta de ustedes es una imagen que se queda corta en cuanto a Nuestros siglos de esfuerzo hacia este propósito.

Resulta extraño cómo una imagen verbal puede ser pronunciada a la ligera por los labios de otro, y sólo aquel que ha pasado a través de las eras de auto-disciplina, purificación, abstinencia, devoción, desesperación y deleite, sabe lo que está entretejido en esa frase.

No se nos dió ningún curso escrito. Sólo contábamos con la Luz de nuestros corazones como guía. Al cierre de cada encarnación, cuando habíamos pasado por los Salones del Karma, comparecíamos de nuevo ante Sanat Kumara y Él medía Nuestra Luz. A veces, uno de los dos estaba adelante, a veces el otro, cada uno siempre regocijándose por el desenvolvimiento del otro —NO HABÍA EL MÁS MÍNIMO SENTIMIENTO DE RIVALIDAD, sino la más maravillosa camaradería. Después de que recibir Su bendición, nos íbamos Gautama y yo tomados del brazo sobre el gran puente que llevaba a la Ciudad del Sol. Nos pasábamos horas conversando acerca de nuestras experiencias en la vida terrena anterior, sopesando los métodos y aplicación de cada cual, y transmitiéndonos mutuamente cómo nos sentíamos y cómo podríamos mejorar en nuestro empeño por encarnar este Amor —la suficiente radiación para sostener dentro del compás de Nuestra aura cada diminuta y pequeña llama oscilante de las almas menos evolucionadas, de manera que no fueran a apagarse por los vientos de la adversidad.

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